Turismo en medio del bosque seco, Hato Nuevo


En la planicie costera del Pacífico de Nicaragua, a 177 kilómetros de Managua, se encuentra una vieja casa hacienda ganadera hoy convertida por sus propietarios en un oasis de paz y tranquilidad, donde funciona el hotel de montaña Hato Nuevo.

Construida toda de piedra y con techo de tejas de barro sobre una colina de 33 metros de altura sobre el nivel del mar, esta antigua casona es el centro de atención al público de la reserva silvestre privada Hato Nuevo, y el destino de descanso de cientos de turistas europeos y norteamericanos que llegan aquí después de recorrer las playas y toda la cordillera volcánica de Nicaragua, según cuenta Mariano Navarro, propietario de este lugar.

Esta casona, remodelada y decorada con muebles y objetos rústicos, la mayoría de madera sacada de troncos y ramas de árboles que botan los fuertes vientos, más que una casa-hotel, da la sensación de ser un museo de arte, con sus estancias llenas de imágenes, esculturas, artefactos antiguos, piezas de arqueología, cerámica decorativa con motivos indígenas, mesones y divanes de troncos calados, árboles navideños con adornos de jicaritas pintadas, lámparas de noche con pantalla de bejucos y otros objetos que le dan un toque de antigüedad al inmueble.

En el patio trasero, bajo la sombra de los árboles, un ranchón de techo de palma con acogedoras hamacas y muebles labrados en troncos de madera le dan un toque especial a este lugar que sirve de mirador y sitio de relax para los visitantes.

“La mayoría de los turistas que vienen aquí lo que quieren es descansar, relajarse, ver la naturaleza, escuchar los pájaros, estar en tranquilidad, no quieren ver televisión, no quieren alboroto de música, nada de bulla, sino estar en total relax; leen un buen libro, salen a caminar un rato, vienen a almorzar y siguen descansando… y por la noche se ponen a platicar un rato de sus aventuras, de cómo la han pasado; cenan, se toman su cervecita y se van a la cama temprano”, explicó Navarro.

Es hasta el día siguiente, cuando ya todos están descansados y desayunados, que empieza la jornada recreativa, donde los visitantes se organizan para emprender caminatas por los senderos a pie o a caballo alrededor de las 536 manzanas que tiene la reserva, dentro de la que hay cuatro ojos de agua que forman riachuelos que circulan todo el año, dando vida a un nutrido bosque de cedros machos, laureles, jenízaros, ceibos, guanacastes y otros árboles donde se refugian muchas especies de animales propios de la zona mas caliente de Nicaragua: Chinandega.

La conservación del bosque seco es lo que hace de esta reserva un sitio de interés turístico, pues, como dijo su propietario, “cuidar el bosque y conservar las fuentes de agua cuesta mucho dinero”, por eso decidieron convertir la casa-hacienda en hotel de montaña, pero conservandoa lgunas prácticas productivas, como la crianza de ganado para la venta y producción de la leche que usan para elaborar las cuajadas para los huéspedes del hotel.

Para ayudarle al bosque, Navarro explica que durante el verano recogen semillas de árboles propios de la zona y hacen almácigos para luego, en invierno, sembrar las pequeñas plantitas a lo largo y ancho de la reserva.

William Beltrán, guía del lugar, cuenta que esta zona, escasa de altas montañas, lejos de lo que la gente se imagina, está habitada por una extensa variedad de especies de animales silvestres como venados cola blanca, puercoespines, tigrillos, cusucos, zarigüeyas, conejos, serpientes de cascabel, corales, boas y más de 120 especies de aves migratorias y residentes.


Beltrán agregó que en una ocasión encontró una pareja de boas de dos metros y medio de largo y las llevó al hotel, donde se encontraba alojado un grupo de estudiantes universitarios, las soltó en el patio y estas estuvieron enrolladas toda la tarde en las patas de una mesa, ocasión que aprovecharon los jóvenes para tomarles fotografías y hasta hubo uno de ellos que venció el miedo, agarró a uno de estos reptiles y posó para la foto de recuerdo.

Quizás lo árido de las zonas aledañas a esta reserva es lo que hace que muchas especies de animales se refugien en el bosque de Hato Nuevo, pues basta una pequeña caminata sobre el sendero de la quebrada para encontrar en la trocha multitud de especies de mariposas y otros insectos voladores y rastreros como lagartijas y garrobos negros y verdes, ardillas saltando de las copas de un árbol a otro, urracas, pájaros carpinteros haciendo escándalo ante la presencia de visitantes en sus dominios y hasta un arisco y trasnochado búho que no dio oportunidad de cazarlo con la cámara.

“Por la noche es que se miran más animales, salen a comer y es cuando se ven los venados, conejos, tigrillos, chanchos de monte, mapachines, aves nocturnas y hasta los lagartos que hay en la quebrada, aunque estos a veces se pueden ver de día cuando salen a ‘calentarse’ en algún rayito de sol que se filtra entre las copas de los árboles del bosque”, afirma Beltrán.

Una característica de esta reserva es que a lo largo de toda la ruta de los senderos, los árboles están identificados con su nombre común y científico; pero, además, a muchos de estos árboles se les puso una placa de madera con frases célebres de poetas de todo el mundo que le han dedicado alguna estrofa a la naturaleza, entre los que se encuentra —por supuesto— el gran bardo nicaragüense Rubén Darío.



Bayardo Benavides, también guía de la zona y quien hace recorridos a caballo a destinos dentro de la reserva, cuenta que esta tiene dos senderos, uno alrededor de la casa-hacienda, que mide aproximadamente un kilómetro y medio, conocido como el sendero de las quebradas, y otro que lleva hasta los confines de la propiedad, donde existe un mirador natural, formado por una loma de 199 metros de altura sobre el nivel del mar, desde la cual se tiene una vista del volcán Cosigüina, parte del Golfo de Fonseca y el Estero Real, así como parte de territorios de Honduras y El Salvador, mientras que para el lado de Nicaragua se ven las playas de Jiquilillo y Padre Ramos.


Otros destinos

Además de los recorridos por los senderos, desde la reserva Hato Nuevo se hacen conexiones con el hotel Brisas del Golfo, en Potosí, para llevar a los turistas a recorrer a pie los senderos de los humedales, escalar el volcán Cosigüina, visitar las rocas del Golfo, donde anidan miles de pelícanos, fragatas, gaviotas y otras aves marinas, o navegar hasta los farallones que le dan nombre al volcán.

De aquí mismo se puede hacer turismo de playa, haciendo conexión con la finca ecológica La Trinchera, en Jiquilillo, y la reserva Padre Ramos, donde ofrecen tours en botes para pesca deportiva, visitar los manglares y observar aves a lo largo de mas de 70 kilómetros de costa que incluyen las playas de Mechapa y varias comunidades del litoral.


Costos de hospedaje


  1. Habitación doble para dos personas: US$50.
  2. Habitación sencilla con cama matrimonial: US$40.
  3. Habitación con cuarto múltiple para 7 personas: US$20 (por persona).


Todos estos precios son con desayuno incluido. La comida es a la carta y su menú contiene varios platos vegetarianos, pero lo mejor es que aquí le consultan al huésped cuál es su comida favorita y así se la preparan.

Un reportaje de El Nuevo Diario


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