Bajo el símbolo de la Unión Soviética, que se desintegró en 1991, el pie militar de Moscú tocó tierra en América Latina y el Caribe a principios de la década de 1960 en Cuba y se extendió a Perú en 1973—donde se renovó en 2013—pero desde 2001 se prolongó a Venezuela y a Ecuador a partir de 2008, aunque también con el inicio de la asistencia policial a El Salvador en 2012.
¿Por qué Rusia relanza sus vínculos de seguridad con América Latina y el Caribe? Para atizar las dudas, el ministro de Defensa de Rusia, Serguei Shoigú, anunció el pasado 26 de febrero que su país está negociando la instalación de bases militares rusas en Cuba, Venezuela y Nicaragua y aseguró que las conversaciones con los gobiernos de esas naciones “están en marcha” y cercanas a la firma de documentos. Shoigú ratificó la “voluntad de Moscú” de expandir su presencia militar mundial con nuevas bases y equipos para el abastecimiento de sus patrullas.
Pero los desmentidos surgieron en Caracas y Managua. La cancillería venezolana descartó el 28 de febrero la opción de aceptar instalaciones militares rusas en Venezuela.
El Gobierno y el Ejército de Nicaragua negaron el 4 de marzo que estén negociando con Rusia la posibilidad de instalar una base militar rusa en territorio nicaragüense. El vicepresidente de Nicaragua, Omar Halleslevens, general en retiro y ex–jefe del Ejército, declaró ese día a la prensa nicaragüense, en una actividad nocturna de la jerarquía católica nicaragüense, que sería oportuno preguntarle a Shoigú por qué dijo que se negocia instalar una base militar de Rusia en Nicaragua.
“Aquí se especula mucho”, agregó, por su parte, el general Julio Avilés, jefe del Ejército, en el mismo acto religioso. “No hay y no ha habido bases extranjeras” en Nicaragua, añadió, al recordar, citado por el diario La Prensa, el principal de ese país, que “aquí lo que está estipulado es que hay tránsito en condiciones establecidas en la Constitución Política y las leyes del país”. De manera coincidente, Shoigú habló de abastecimiento a sus naves.
En todo caso, en los últimos años ha habido una reafirmación de los renovados vínculos militares entre Moscú y Managua, que fueron intensos en la década de 1980, en el fragor de la Guerra Fría. Tras el derrocamiento de la dictadura pro-Washington de la familia Somoza, que gobernó en Nicaragua de 1934 a 1979 y que fue depuesta, por las armas, por el entonces guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), los comandantes sandinistas establecieron fuertes vínculos militares con los cubanos, pero también con los soviéticos y con el resto de los países que en esa época integraban el ahora desarticulado campo socialista de Europa del Este.
En ese entonces, Estados Unidos acusó a Cuba, a la entonces Unión Soviética y a Nicaragua de haber convertido a la revolución sandinista en una “cabeza de playa” para alentar la expansión comunista en la zona y de utilizar a las guerrillas marxistas de Guatemala y El Salvador para atizar el incendio bélico en Centroamérica.
Pero luego de la derrota del FSLN en las urnas en 1990, que le desalojó del poder hasta 2007, cuando el todavía presidente, Daniel Ortega, asumió la Presidencia, Nicaragua empezó a despojarse de sus equipos bélicos de manufactura soviética. El Ejército de Nicaragua todavía preserva algunos pertrechos, como los viejos pero potentes helicópteros con los que los sandinistas combatieron a la “contra” nicaragüense, creada, organizada y sostenida por Washington para la guerra antisandinista desatada de 1980 a 1990.
Reactivación intensa
Al anochecer del 11 de agosto de 2013, y en un acto de consolidación de los nexos castrenses bilaterales, dos buques de la marina de guerra de Rusia atracaron en el noroccidental puerto nicaragüense de Corinto, sobre el litoral Pacífico.
Las naves, según el Ejército de Nicaragua, llegaron en misión amistosa de cooperación para ratificar los vínculos de los aparatos rusos y nicaragüenses de seguridad y defensa. Procedentes de Cuba, los barcos cruzaron el Canal de Panamá y avanzaron hacia el Pacífico, en ruta a Corinto, a unos 150 kilómetros al noroccidente de Managua y catalogado como el más importante puerto nicaragüense en ese litoral. Parte de la tripulación rusa descendió a tierra en Corinto y participó en los festejos del 33 aniversario de la creación de la Fuerza Naval de Nicaragua.
Rusia—que desde 2009 aportó una ayuda militar superior a 26,5 millones de dólares a Nicaragua—suministró dos helicópteros MI-171 a ese país. En octubre de 2012, Managua anunció la compra a Rusia de armas, uniformes y “una cantidad no precisada” de vehículos militares blindados—llamados “Tigr”—para que la policía nicaragüense los utilice en combatir al narcotráfico.
En agosto de 2013, Nicaragua anunció la compra a Rusia de seis lanchas—dos con misiles y cuatro patrulleras—para modernizar la capacidad de la Fuerza Naval en vigilancia y control de las fronteras marítimas. Las labores, en especial en el Caribe, son cruciales en el diferendo de delimitación marítima que Nicaragua mantiene hace varios años con Colombia.
En esa ocasión, el general Avilés subrayó que la flotilla actual está obsoleta y que se evalúan opciones en Rusia y otros países. “Ya se han visitado diferentes fábricas o astilleros donde se fabrican algunos medios navales, incluido los de la Federación de Rusia”, para verificar ofertas y precios, añadió, al advertir que Nicaragua está en su derecho de renovar su flota naval para enfrenar las amenazas sobre la seguridad interna, como el narcotráfico.
En esa materia, los dos países iniciaron negociaciones a principios de 2012 para reforzar su cooperación antidroga. En octubre de ese año, Rusia y Nicaragua informaron que los rusos abrirían un Centro de Formación Regional en suelo nicaragüense, para adiestrar a policías centroamericanos en la batalla sobre el crimen organizado.
El ruso Víctor Ivanov, un ex –agente de la KGB—el aparato de inteligencia soviética—que es el jefe del Servicio Federal de Control de Narcóticos de Rusia, visitó El Salvador y Nicaragua en febrero de 2012. En una cita con Aminta Granera, jefa de la Policía de Nicaragua, firmó un pacto de cooperación para enfrentar al crimen organizado, mientras que en la capital salvadoreña suscribió un convenio de represión al narcotráfico con el entones canciller de El Salvador, Hugo Martínez.
A finales de2012, Ivanov aseguró que el gobierno ruso está dispuesto a otorgar “armas de fuego y medios técnicos” para el combate al narcotráfico en Centroamérica. En marzo de 2013, y en un acto con la asistencia de jefes policiales de 11 países latinoamericanos, Ivanov y Granera colocaron en Managua la primera piedra del Centro.
En un memorando de entendimiento que suscribieron en 2004 en Nueva York, Rusia y el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), máxima instancia política estatal del istmo, acordaron colaborar en el combate al narcotráfico, bajo el principio de responsabilidad compartida de consumidores y productores de drogas, y cooperar en la lucha contra el “lavado” de dinero ganado en actividades criminales, el tráfico de armas y de personas y otras “formas de crimen organizado transnacional”.
En Washington, entretanto, la congresista cubano-estadounidense Ileana Ros-Lehtinen, presidenta del Subcomité del Medio Oriente y África del Norte de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, afirmó esta semana que Rusia pretende aliarse a “malos gobiernos” de América Latina y el Caribe y citó a Nicaragua, Cuba y Venezuela.
“Desafortunadamente, los rusos y el régimen de Ortega continúan fortaleciendo sus lazos militares para socavar nuestra seguridad nacional”, añadió, antes de advertir: “El tiempo nos dirá si Ortega dejará a los Rusos poner bases militares en la tierra soberana de Nicaragua“.